"Tenemos todo para ser felices, pero falta, tal vez, sabiduría, lucidez, moderación..." Yves Michaud, filósofo francés.

miércoles, 23 de marzo de 2016

El beso al retirarte



El título para esta entrada lo he cogido prestado sin permiso del fantástico libro de poemas de Agustín Fernández Mallo "Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus".

Una de las siete u ocho cosas que él considera dentro de su idea de perfección es "el beso al retirarme", y a mí me ha encantado esta imagen. Por alguna razón, me imagino que es el beso que le da a su amante cuando se retira de encima justo después de hacer el amor. Lo más probable es que no sea ése el beso ni ése al retirarse a los que se refiere, pero eh ahí la magia de la poesía: cada cual imagina las imágenes que prefiere. Yo lo imagino el precio, el pago, el adeudo ineludible con el amante que deberá ser perfecto para así rubricar el tratado.
Bueno, elucubraciones a parte, y hablando de perfección, de aquello que no puede ser mejorado, la poesía de A.F. Mallo tiene bastante de ella. Su "... Tractatus" es algo que me hubiera encantado escribir a mí y por lo cual le envidio (de forma nada sana, hay que decirlo).

Así que, por favor... leedlo, leedle, ¡leed poesía!

Qué poco se estila hoy en día, ¿verdad? Los poetas y las poetas siguen existiendo, como sigue existiendo en algunas cuevas una especie de pseudo-escorpión cavernario superviviente desde hace millones de años en la más absoluta oscuridad. (Para más información, consultar el blog de Sakon espeleología, en la entrada de la Cueva-sima de Mendikute, Gipuzkoa)
Cueva-sima de Mendikute, Blog de Sakon Espeleología







A quienes opinan que l@s poetas están condenados a extinguirse... dejadme que les diga que ¡nunca! Si de una cosa estoy segura es de que l@s poetas siempre van a estar ahí, aunque no les importen a    -casi- nadie. Y cerca estamos de llegar a ese punto.
La vida moderna -la vida actual, la vida- no tiene tiempo para la poesía. A muchos les parece cosa del pasado; no es práctica, la poesía, y no les atrae en absoluto.
Mientras tanto ayer, 21 de marzo, equinoccio primaveral, fue el Día Internacional de la Poesía. ¿Alguien no se enteró? O, más bien, ¿alguien se enteró?

Pasó bastante desapercibido para el común de los mortales, aunque hubo muchísimas iniciativas en un montón de sitios... Pero hablo del día a día de la gente de a pie en un lunes pre-Semana Santa. (Inciso rápido: algo mejor nos iría si en vez de sacar tantas Vírgenes y Cristos a pasear por las calles, sacáramos a los poetas a recitar y por un día se les pudiera escuchar bien alto).



Porque la poesía es necesaria.

(Silencio)


¿Para qué?, preguntará sinceramente alguien.

Es necesaria para el alma.


Para interpretar la vida desde otros parámetros que el consumo, los objetivos, la medida, las normas o el mercantilismo.
Para ser capaces de vibrar con la vida, que, por otro lado, es de la única manera que se puede aguantar esto, vibrando a ratos.
(Como decía Carmen Martín Gaite: "¡Mientras dure la vida, sigamos con el cuento"!)


Oía por la radio el otro día que en Finlandia, el país con los mejores resultados en educación, se plantean para el próximo curso un tipo de educación por proyectos, con una clara intención de mezclar entre sí los campos tradicionales de estudio, trasladando el "todo está relacionado" de la vida real a las aulas (si es que usan aulas, que seguramente ya no). Al mismo tiempo, proponen un sistema de autoevaluación continua efectuado por los propios alumnos, que se supone que así estarán mucho más implicados y serán partícipes de su propia educación. Los maestros serían "meros" guías o tutores.
Me parece todo fantástico, revolucionario... sólo tengo una duda: con tanta practicidad, tanto enfoque en saber desenvolverse en la vida, tanto niño listo para afrontar los retos del futuro... ¿dónde queda la poesía? ¿Habrá sitio para ella en esos planes de estudio? Espero que hayan pensado en eso... (seguro que sí).


Bueno, ¿y qué es la poesía en realidad?
Para mí está claro: es todo aquello que traspasa la barrera de lo obvio y se convierte en único, aunque sea a título personal (casi siempre), y se repita millones de veces más sin llegar a ser poesía.
Se convierte en poesía cuando se transcribe al papel o al ordenador con cierto gusto por la estética, con el cuidado necesario para no estropear la música que desprenden las palabras enlazadas entre sí.


Algunos ejemplos cotidianos recientes de Poesía (cada cual tendrá los suyos):


Poesía es ir a trabajar muy pronto una mañana de marzo y descubrir desde la ventanilla del coche que la aurora existe.

Poesía son los ojos estáticos de una niña al coger en brazos un cachorro recién nacido.









También es Poesía la incertidumbre de la espera bajo un manto espeso de nieve y el trajín de los paraguas sorprendidos entre los copos ingrávidos.









Poesía es el café "pasando", aunque la que pase sea en verdad el agua a través del café, y su aroma inmejorable (una de mis ideas de la perfección, aunque no sea muy original: el aroma del café recién hecho).

Poesía es un mensaje de watsapp de una amiga a las 7:30h de la mañana contándote su sueño de esa noche donde aparecías tú y hacía sol y parecía verano.

Poesía son las nubes corriendo a ninguna parte mientras tú estás quieta observándolas desde casa. 
Poesía también es, por supuesto, tener una casa a la que llamar "mi casa".








Y poesía es "Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus", de Agustín Fernández Mallo, que desgrana un tiempo de soledad tras una ruptura sentimental, soledad estancada en un hotel en temporada baja, donde conviven en la misma habitación el poeta, el recuerdo y el olvido. Tiempo de reflexión, de parón, de análisis, de regeneración.
(No sabéis cómo he envidiado ese tiempo, ese tiempo, ese TIEMPO).

Y claro, mi cuerpo entero vibra con esos extraordinarios y originales poemas en prosa, por lo que enseguida pienso que me gustaría escribir un poemario tan bueno como éste, y me pregunto por qué no me siento de una vez y me pongo a ello... Pero me distraen las nubes que corren por el cielo hacia ninguna parte mientras yo las observo desde esto que llamo mi casa, afuera barrunta nieve y el autobús espera inquieto en las cocheras la hora de recoger a los niños en el colegio. El café hace rato que ha pasado y se enfría rápido en la cocina, yo compruebo una vez más que hoy nadie se acuerda de mí en el wathsap y sonrío sin motivo mientras escribo estas líneas. 
Creo que voy a dejar lo de escribir un libro de poesía para más adelante. Ahí llega el autobús.